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Oportunidad para un Magreb estancado

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Pedro Schwartz (Expansión)

      La revuelta de los jóvenes en Túnez, Egipto, y ahora Libia supone una extraordinaria novedad en la marcha del mundo, en especial una parte del mundo que tan íntimamente concierne a España. Incluso en Marruecos está oyéndose la voz de los descontentos con una situación social y económica estancada.

     El movimiento parece haber tomado por sorpresa a los fundamentalistas de Alqaida. Las revueltas han unido en una misma lucha a jóvenes de distintas religiones e ideologías. Estos movimientos no siguen el camino que llevaron los ayatolas y los Guardianes de la Revolución de Irán. La cuestión de la que penden nuestras esperanzas es si, al final, los regímenes autoritarios de esos países se convertirán en democracias y, más difícil todavía, si tomarán el camino de la democracia liberal, como lo han hecho Turquía e Indonesia.

     La palabra clave es “estancado”. El Magreb y los demás países árabes están estancados. La mínima mejora de sus condiciones de salud ha aumentado la presión demográfica: la mitad o más de las poblaciones tiene menos de 25 años, muchos sin trabajo y sin esperanza de conseguirlo. Delante de los ojos tiene unas minorías gobernantes corruptas que se apoderan de los ingresos del petróleo, del fosfato, de la ayuda internacional, para enriquecerse sin trabajar. Los más viejos piden reparto, los jóvenes, trabajo.

     ¿Por qué no son capaces esas minorías gobernantes de “crear puestos de trabajo”, como reza la mantra de los que no han pasado de primero de economía. Todos sabemos ya que esos puestos no los crean las minorías gobernantes, sino el comercio, las empresas, los servicios privados al turista, la inversión internacional en actividades que no sean los pozos, las refinerías públicas, las minas a cielo abierto. ¿Por qué en Turquía sí, por fin, y en Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Siria no? Ahí está una de las causas fundamentales del descontento presente y uno de los peligros más graves del resentimiento futuro.

     La Heritage Foundation acaba de publicar su Índice de libertad económica del año 2011. Encabezan la lista Hong Kong, Singapur, Australia, Nueva Zelanda y Suiza. Triste es ver que EEUU ha pasado a segunda división, la de los países “bastante libres”. Para lo que traigo entre manos, que es el futuro del Magreb y los demás países árabes, el Índice descubre una causa fundamental de la carencia de oportunidades económicas de la mayoría de su población: las naciones del Norte de África están carentes de libertad económica.

     En el grupo de los países en su conjunto “no libres”, se encontraba en el momento de compilar el índice, Marruecos, en el puesto 93 de un total de 179. Le seguían Egipto en el 96, Túnez en el 100, Argelia en el 132, y Siria en el 140. En el grupo de países reprimidos estaba Libia, con el número 173. El avance de las libertades de negocio, la seguridad de la propiedad privada, la posibilidad de invertir en el extranjero, el pequeño tamaño del Estado contribuyen todos al progreso de su prosperidad.

     Es mi opinión que el Magreb está abocado a un largo período de desorden si los nuevos gobiernos democráticos no toman la decisión de liberar sus economías: privatización de las empresas públicas, libre comercio en especial de importación, impuestos bajo y parejos, seguridad y libertad de empresa, estabilidad monetaria, desregulación del trabajo, todo lo que ustedes saben y, si me son sinceros, no quieren que se aplique demasiado en España. Por cierto, España está en el puesto 31, detrás de Lituania, Qatar y la República Checa.

     Es instructivo comparar los países de la orilla sur del Mediterráneo, tan huérfanos de esperanza, con Turquía (puesto 67) y Líbano (puesto 89). En el Líbano siguen enfrentándose los chiítas de Hezbollah con los grupos cristianos y moderados, lo que vuelve a poner en peligro el equilibrio político que favorecería el avance de su economía. Turquía, sin embargo, viene mejorando su puntuación al menos desde 2005 y podría ser un ejemplo para los países musulmanes del Sur.

     Las nuevas democracias corren peligro de caer en el despotismo religioso si sus jóvenes deseosos de trabajar siguen abocados al paro o la emigración. El desarrollo económico no se fomenta con programas de ayuda como el conseguido por Egipto de EEUU. Tampoco se trata de redistribuir algo del reparto de la renta mineral, como está intentando Arabia Saudí.

El éxito de las inversiones francesa y española en Marruecos indica un camino hacia la creación privada de trabajo, si no fuera tan alto el coste de los favores. En el Magreb hay mucho talento comercial, muy buenos agricultores, buena capacidad de industria ligera. Sólo se trata de que los poderosos y su pesada clientela dejen respirar a la sociedad.

Pedro Schwartz (Expansión)

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